sábado, 27 de noviembre de 2010

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En los sueños acabados, destruidos por el amanecer; se observa un atisbo de materialidad, un cuerpo desnudo lleno de yagas y males, descubierto por el frío metálico del viento. Su cara blanquecina y pacifica no demuestra pesar alguno, sino una pusilánime actitud creada en base a recuerdos sobre el mar.
En los sueños acabados, destruidos por la razón. Nada es maligno, nadie es asesino. Solo son sueños, palabras, creación, fantasía, vanguardia y desolación ¿Qué es un sueño? Una pequeñez, un frenesí, una culpa, un efímero deseo de resurrección: caótico y desordenado proyecto inconcluso… un parir a medias.
En los sueños acabados, destruidos por el placer. La tristeza se vuelve un recodo para la plenitud. Los placeres mundanos se metamorfosean en divinos deseos… una vida es un sueño, una vida es ensueño, nuestra vida es ensueño.

(todo lo que comienza en comedia termina en Mallarmé)

lunes, 22 de noviembre de 2010

un recuerdo mas, un deseo acabado


¿Que hace una vida ilustre?...
La verdad no se qué escribir. Estoy sentado en el taburete de mi oscura habitación, una ruma de antiguos libros yace en la cobriza madera de mi desvencijado escritorio. Busco un lápiz Bic y una amarillenta hoja de cuaderno y comienzo a escribir sueños, miedos, anhelos, reflexiones, divagaciones, desvaríos y blasfemos deseos. Escribo con una pobre ortografía y dispersa puntuación: escribo de forma caótica y desordenada con pequeños matices pusilánimes…son solo pensamientos, digo para mis adentros tratando así de darle algún tipo de coartada a mí accionar.
Raudamente la noche se hace presente ante mí. Percibo voces en el exterior del umbral de la ventana, por algunos minutos me desconcentro y el cansancio se apodera de mí, me recuesto pesadamente en una cama desecha y con olor a humedad.
...El niño tiene las manos chorreando en excremento, el ríe, lo sé, la vieja gorda lo mira con desinterés desde la mecedora. Comienza a tejer continuamente y rápidamente, solo interrumpe los movimientos para rascarse la barbilla y golpear con el bastón la cabeza del niño cuando este hace un ademán de llevarse las manos a la boca. El niño solo ríe, pero la risa no es de felicidad sino de nerviosismo: el niño está riendo con miedo ¿a qué?, se retuerce en el suelo riendo con dementes carcajadas y mientras su comportamiento se vuelve más errático la vieja lo golpea con mayor brutalidad, en el esfuerzo se cae de la silla, de su sexo exuda amarillenta hiel plagada en males y infecciones, una música sin ningún acorde afinado se escucha desde el otro lado del mar…
Trato de fingir que aun duermo, faltan aun dos horas para el amanecer y ya me es imposible conciliar el sueño. Antiguamente en estos momentos recurría a placenteras prácticas personales, pero ahora no, me sentiría decadente que por el insomnio (y ciertamente mi edad) volviera a pajearme pensando en mujeres irreales, todavía no; todavía no toco fondo. Escucho desde un lugar remoto el ladrar de un perro, se calla repentinamente. Enciendo la luz de la cabecera de mi camastro, mi habitación esta tal cual como la deje, en su desorden y fealdad habitual. Me levanto aturdido y me dirijo hacia la ventana para observar la noche: no consigo ver nada bello, solo algunas sillas y cachureos sin mayor relevancia. Tengo que reconocer que la oscuridad exterior me aburrió rápidamente, además que hacía frío. Me dejo caer en la cama que rechina con una repentina fuerza. La espera y el aburrimiento son caldo de cultivo de alucinaciones: llegan como un vendaval castigador que azota con brutal furia la precaria choza de mi cerebro, escucho el palpitar de mi corazón mientras se presenta frente a mí un cuerpo de un old man suspendido en el aire con un soga atada al cuello, la cara pintada de blanco, su falo erecto manchado con semen y un pepino introducido en el ano. Me arden los ojos, trato de cerrarlos pero me es imposible, los gritos se atormentan en el devastador silencio de mi universo… el callar es la única escapatoria, la única arma contra el vago frenesí que es víctima mi cabeza- ¡cállate Rimbaud, calla Rilke por venia de Jesucristo!-.
La imagen sadomasoquista no me turba, aunque la curiosidad por saber porque mi cabeza proyecto esa y no otra imagen causa un cierto desconcierto. Estas fantasías siempre hacen mella en mi amor propio y me hacen sentirme miserable. Aparto de mi camino al colgado que se balancea tras de mí, observo una cocina limpia y estéril. El amanecer llega majestuosamente como un héroe libertador de la turbada alma, ¿turbada, jamás? solo un poco saturada, en fin, el asunto en este momento es irrelevante. Por favor, observemos el bello amanecer.

(Todo lo que comienza en comedia cae frente a Asmodeo)

lunes, 15 de noviembre de 2010

fácil hacer, fácil deshacer

Humberto al probar la comida se percato que estaba fría. Nunca le había gustado la comida fría ni menos en invierno cuando las jornadas de trabajo en el aserradero se incrementaban considerablemente. En principio llamo a maría caritativamente, al no ver respuesta la llamo de forma autoritaria: no hubo respuesta alguna. Extrañado fue a la cocina regañando a viva voz a su mujer por la torpeza de no responder a sus llamados. Al llegar frente a la cocina, no se veía a maría por ningún lugar, la preocupación se hizo evidente ¿tal vez salió de improvisto al supermercado?, ¿o salió a botar la basura?, ninguna de estas posibilidades lo tranquilizo. Raudamente-sin preocuparse del excesivo colesterol en sus arterias- subió las escaleras y su miraba se clavo magnéticamente el cuerpo que yacía boca abajo en la habitación matrimonial.

Paso el cumpleaños de maría en el hospital. Entre enfermeros, administrativos y familiares comía alguno que otro emparedado de atún con queso Cheddar acompañado de café. María tenía una severa insuficiencia cardiaca que la mantenía entubada y sin ánimos de comer ni hablar, por su parte, Humberto la acompañaba leyendo aburridas historias policiales o resolviendo sudokus. Aquel matrimonio de más de veinte años nunca tuvo hijos ni menos amistades. Estaban completamente solos dentro del circulo social, y claramente a Humberto le fastidiaba está paupérrima soledad, en cambio a maría le era indiferente, incluso cómodo (maría se había casado enamorada e incluso hasta hoy su amor sobrevivía a la indiferencia y el alcoholismo de su cónyuge) ya que su marido era un solitario trabajador que se emborrachaba en fin de mes, y aunque siempre tuvo la libertad de acostarse con cuanta mujer quisiera: nadie pensaría que Humberto con su metro setenta, obeso, andrajoso y tacaño pudiera conseguirse más que alguna puta barata en la calle o en algún menesteroso burdel. El cardiólogo del hospital estaba convencido que el trasplante era la única forma de salvar la vida de María, claro está, la problemática era que estaba en el decimo lugar en la lista de espera de un donante y que Humberto nunca le ha creído a los médicos. Le fatigaba la idea que la póliza de salud lo dejara en la quiebra:- “después de esto quedare solo y pobre… mierda”-.
La nieve se agolpaba en el ventanal de la cafetería del hospital, ya habían pasado más de dos meses desde que María tuvo el infarto, y Humberto no podía disimular el aburrimiento que le producía cenar todas las noches comida prefabricada en recipientes de plásticos hechos en china. Solo desea que de una buena vez terminara toda esta payasada y volver a su aburrida, pero tranquila vida en donde se remitía a encargarse del papeleo burocrático y entregar demandas por la tala ilegal al mítico personaje llamado: jefe. Esta rutina lo dejaba fatigado, pero le daba la gran virtud de no pensar, aunque era simplemente un empleado mal remunerado y con una vida miserable, él prefería que las cosas siguieran así: no había preocupación alguna ni menos responsabilidades, solo se tenía que preocupar de no tener problemas; y el no tener problema te entrega la felicidad: una mediocre felicidad, pero una felicidad al fin y al cabo.

María amaba a Humberto.

El paso del invierno fue triste y opaco, a veces el tiempo se detenía y fragmentaba todos los momentos, espacios y sentimientos para purificarlos. El amargo pasillo, la blanca bata, el ensangrentado bisturí eran objeto del odio y la lata de Humberto, quería terminar raudamente
la decadente situación, se sentía avergonzado y débil. Culpaba inconcientemente a María por la aberrante ignominia que tenía que pasar cada noche cenando solo, durmiendo incómodamente en el sillón escuchando los quejidos y lamentos de su esposa. Ya no le bastaba asesinar el tiempo con sudokus ni sopas de letras, deseaba volver a su monótona vida. Humberto era el claro ejemplo del animal de costumbres, o bestia de costumbres.
Mientras Humberto aborrecía la situación, María sufría cada tormento. Su persona era el claro ejemplo de la inmolación de la felicidad individual por el bien del otro: ella siempre fue una gran ama de casa, una gran amante (aunque Humberto no era un hombre de personalidad fogosa) y una excelente cocinera. Cuando Humberto quedo en la calle después de apostar la recaudación de todo el personal en las carreras de galgos, María fue la que trabajo en una fuente de sodas nocturna para mantener la casa: sobretodo la cuenta del cable de televisión.

Ella también sufrió la muerte del hijo que jamás vio la luz.

La única felicidad de María era la voz de Enrico Caruso. Podía estar horas y horas escuchando al tenor italiano sin mostrar señal de aburrimiento o tedio. La pasión de María por la opera era objeto de cólera y amargura por parte de Humberto. Era común que al llegar a la casa, el solo hecho de encontrar la radio encendida lo fastidiara y se fuera sin decir palabra alguna a la taberna. Por esta razón María solo escuchaba opera en las primeras horas de la mañana.

Aunque Humberto fuera un pésimo marido, nunca abofeteo a María. Nunca tuvo el coraje de hacerlo.

La desdichada mujer sin señal alguna cayó en coma. A Humberto no le fue extraño e incluso en el fondo de su propio corazón le era agradable- el fin estaba próximo-, sentía. Así fue un poco más llevadera la estadía en el hospital, a la larga tenía un fin práctico: ya que le pagaban las horas que se ausentaba por estar en el hospital, y aunque quisiera le era imposible escaparse un momento a la taberna por la sencilla razón que todos los empleados del aserradero iban a ese lugar. Incurrió a la práctica de conformarse simplemente con un par de tragos y unas cuantas pajas en el baño del hospital.
María murió en quince de mayo a los sesenta años de edad. Su funeral fue corto y sin mayores tristezas, dentro de los presentes solo se encontraban cinco personas (la señora margarita con su esposo Aurelio, Ricardo, Peta Ponce y Humberto). El entierro fue corto y sin cantos, el réquiem fue apagado.
Humberto esta vez comió solo. El puré picante con carne( el mismo tuvo que cocinarlo después de años sin tocar un horno) esta frío pero no le podía reclamar a nadie, estaba completamente solo. Ya la noche había caído y en el cielo figuraban un centenar de estrellas. Humberto salió a botar la basura, sacudió energéticamente la bolsa y se percato de la presencia del cartucho vacío de maquillaje, naturalmente que era de María: lo tomo lo sacudió (estaba a medio usar), maquinalmente observo el cielo y posteriormente lanzo el cartucho al bote de la basura, dio media vuelta y comenzó el retorno con una sonrisa dibujada en su aburrida cara.
(todo lo que comienza en comedia termina en drama)

jueves, 11 de noviembre de 2010

Vaga idea, refrán de sordos


Proust no habla sobre la existencia, habla sobre la no-existencia. Es como el claro de luna de quiso reflejarse en la invernal floresta polaca, pero nunca lo pudo hacer, sus motivos no son claros, en realidad son un conjunto de axiomas difícil de precisar, ya que gracias a lo existencia ratificamos la aquella propia, en base a la afirmación anterior podemos contradictoriamente cuestionar nuestro propia existencia. Gracias a esa pobre y bastarda analogía se concluye que del paso de una existencia a una no-existencia(o de una existencia prematura a una tardía, o una existencia errada a una sidosa) se bifurca en la realidad temporal del ser. Esto tal vez lo escribió un no-ser, o tal vez nunca fue escrito.

Manifiesto del no leído:

Las palabras (tal vez las no-palabras) no tienen la facultad de cambiar las cosas: sino crearlas y destruirlas. Por esta facultad un poco terca y abstracta hay una infinidad de pensamientos lisiados y prófugos en el gran nebulosa de las ideas que lo único que desean una sola oportunidad para volver la vida, volver a ser objeto del pensamiento del poeta, del constructor, del albañil, del abogado y el comunista; miento, los comunistas no piensan, solo actúan bajo consignas recreadas por un blanco chimpancé que a su vez las extrajo de un judío no confeso.
Algunas ideas desean suicidarse pero no se les concedió aquel autónomo privilegio. Caminan huachas y hambrientas sedientas de ser alabadas, vitoreadas, aclamadas por el refugio ignorante y miserable, siendo reproducida por viles demagogos y pergenios cafiches en las grandes plazas donde furor y el caos orgiástico se hace hipnótico. Como una inexistente droga de masas que se aferra y aloja en cada testículo y sana vulva de nuestra falocéntrica sociedad. Así comienza todo; en base a una difusa mentira que enciende el vasto pastizal de la brutalidad humana que, paradójicamente, con la misma llama hace arder desde el palpitar de nuestra misma conciencia la vaga idea de la invención; así creo una novela.
Comienzo a cavar en la densa tierra que recubre y atesora mis ideas. La tierra esta empapada en blanquecino semen que me hace aun más imposible mi tarea. Todas las noches termino llorando y emborrachado en soledad, con mis manos ensangrentadas, mis pies al rojo vivir y una espina de cicuta en mi abdomen. Pensando que la amargura es un dolor pasajero e inválido, que hay sufrimiento antes de haber gloria –la gloria esta bajo tierra-, y la resignación llega a mí como una bala al carnero. Duermo y mi sangre se funde en la infecciosa verdad, en la paupérrima realidad de un ser imperfecto llamado: Ecce Homo.

(Todo lo que comienza como comedia termina en sexo furtivo)

domingo, 7 de noviembre de 2010

alba


Antes del alba sueñas con la nada
Amargos besos de latente pasión
Frente al borde del abismo somos uno
Somos varios cautivos de una ardiente emoción

Y en la inmaterialidad de los sueños anuncias el desamor
Mecánicos movimientos de placentera excitación
Tuyo es, mío no es: diré cuando pase la furtiva ilusión
Y del vientre tuyo una cría nació.

lunes, 1 de noviembre de 2010

haiku


Nunca volviste

Y las flores al fin crecen

No vuelvas.