domingo, 8 de agosto de 2010

hoy la realidad...

La lluvia comienza.

Yo nunca creí que ocurriera algo semejante, usted sabe buen hombre, nunca he sido precavido en asuntos de familia: ellos se pueden cuidar solos. Excepto Bertita… qué muchacha más divina, ¿usted la conoció?... qué lástima, es una lindura de nena, ella es la única víctima de todo esto, al fin y al cabo el resto siempre se lo buscó de alguna u otra forma. Todos tendrían que haber tenido presente que en algún momento las cuerdas del equilibrio se acabarán cortando. Pero no al extremo ocurrido…

¿Desea fumar?... bueno, Ricardo siempre fantaseaba con extravagantes ideas sexuales (me lo comentaba siempre en el trabajo) y se molestaba profundamente cuando su esposa se las negaba de sopetón en las frías noches de invierno, más de alguna vez lo vi en las noches de semana salir pegando portazos como un troglodita y aserruchando el asfalto con las llantas del coche (era un destartalado reno de los años noventa color rojo acercándose al rosado), no sabría decirle a qué horas llegaba o si es que llegaba finalmente, sólo recuerdo haberlo visto un par de veces a las tantas de la noche en el café Mota con una mujer con gorros de alfeñique y extremadamente morena… no me malinterprete, no soy una persona que se deja llevar por pendejerias racistas ni nada por el estilo, pero ella era bastante fea (no se le comparaba a Beatriz, la mujer de Ricardo), ósea, no sabría decirle francamente como era; los vi a lo lejos y nada más pero, no, Ricardo no era un hombre que buscara relaciones furtivas ni menos con esas mujeres. A veces pienso que tal vez iba a algún bar a tomarse un par de copas o, a lo sumo, a buscar un par de putas para pasar la noche. Claro, estas escapadas nocturnas siempre dejaban el ambiente tenso en la casa, Beatriz simplemente dormía con un sabor amargo en la boca sin pensar que Mateo luchaba con la cólera de ver su familia desmoronarse. Un par de veces hablé con el muchachito, siempre andaba temeroso y casi nunca se lo veía energético. Una vez, yo llegaba en la madrugada después del cambio de turno y me lo encontré tendido en la entrada de su casa todo orinado, sucio y con un fuerte olor a alcohol: atiné a revisar sus bolsillos para ver si tenía algo de valor ¡jaja! No, revise sus bolsillos para ver si encontraba las llaves. Su chaqueta estaba totalmente vomitada y cuando lo levanté se cayó un tubo de papel… nunca supe si realmente era cocaína o alguna droga extraña que consumen los jóvenes ahora (no como en mis tiempos que consumíamos pura marihuana al ritmo de Led Zeppelin). Nunca le dije a Ricardo lo visto esa noche: a estas alturas de la vida siento culpa de mi actuar, ya que él era mi amigo; no de los mejores, pero siempre nos tuvimos un mutuo cariño.
No, nunca me metí en nada, ellos tendrían que solucionar sus problemas solos, además ¿qué hubiera cambiado si yo dijera a Beatriz “sabes, tu hijo es un alcohólico o tal vez drogadicto, o tal vez ambos”... esas son huevadas. Yo tengo mis problemas como toda la gente, mi relación con mi única hija no es la mejor y Claudia ni siquiera quiere que se lo meta ¿puedes creer eso?, más de seis meses sin tener nada y yo no puedo sobrevivir a puras pajas, ya estoy calvo para eso.
Siempre me imaginé que se separarían. Nunca pensé que Beatriz haría explotar la casa. Ella tendría que haberlo querido mucho para tomar tan radical decisión, prefirió separar su relación con la muerte… ella parece que iba frecuentemente a la iglesia y llevaba a Bertita, pero no se qué mierda se le paso en su cabeza…con eso de las explosiones y el suicidio y la muerte de sus pobres hijos, ¿Qué culpa tenían esos pobres mocosos de tener padres infernos y disfuncionales del chape?… pero, y Ricardo…toda la familia muerta menos Ricardo. No, la verdad nunca supe de el después de esos fatídicos días, dicen que se fue al sur pero no sé nada más. Estoy seguro que algo sucedió con ellos, algo pasó entre esa pareja de enfermos para que las cosas fueran así y culposamente nadie lo sabrá, ese misterio quedará muerto bajo las cenizas de la casa de los Pérez Smith.

La televisión se prende… comienza el fútbol. La botella de cerveza al lado del velador se destapa, trago tras trago la historia se olvida, más que mal vivían a cinco casas, muy lejos para preocuparse por ellos.

La lluvia termina…

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