lunes, 4 de octubre de 2010

nefasto


Eres un conjunto de fragmentos anacrónicos y efímeros desdibujados por una creación imperfecta… las cosas más bellas son las misteriosas, en el misterio está la belleza y la dulzura de… El cristal no se quiebra, sólo cambia de forma; igual que la conciencia, igual que la política…igual que el horror y la muerte.

Miras a tu padre muerto en un accidente de tránsito hace cinco años: está vestido con una leñadora color marrón y pantalones turquesa (esa extraña combinación era peculiar de ver en Humberto, por lo menos en vida). Tenía el pelo largo y una tupida barba blanquecina, paradójicamente se veía más joven que la última vez que lo observó, aunque era difícil recordarlo después de cinco años en ausencia; de igual forma lo recordaba más viejo y demacrado que ahora, como si la muerte del cuerpo haya perpetuado la juventud de su alma, o lo que sea que estaba presente dicha noche en su cuarto. Jugaba ajedrez sólo con las figuras blancas (hasta muerto imprimía en sus actos una cuota de racismo) y fumaba sus clásicos Red Horse corrientes.

…¿Juegas con la nada?... Como lo hizo en vida: no me miras ni sabes de mi existencia, sólo deseas jugar como un vil hedonista que eres, o que fuiste, o creaste o asesinaste… ¿Qué haces aquí, en mi lugar? ¡Já, já, já! Siempre deseaste a mi esposa aunque nunca tuve, siempre quisiste poseer el auto que nunca tuve, deseaste recriminarme por llegar borracho a la casa pero nunca lo hice… te mueres y reapareces: deseas que sienta culpa de lo no hecho. Siempre lo deseaste.

La poesía nos hunde hijo, más que un canto a la belleza o la virtud es un canto al feísmo y la miseria. La poesía nos lleva al nefasto lugar donde caen todos los poetas: a una gloria ilusoria y cretina, al deseo desaforado por la fama: francamente, la poesía no nos hunde sino nos lleva a la locura y el vano deseo por la fama y la comodidad. Y aunque sea nefasta para nuestras vidas nos sume en un limbo de una belleza incierta y anacrónica que nos hace caer plácidamente en una cama de clavos infectados de palabras. No sentimos dolor, no deseamos escapar ya que estamos totalmente anestesiados por el poder sedante de los versos… Oh, lúgubre y oscuro corazón, palpas la desidia adusta y viril de mi destino…

…¿Qué son estas palabras?, Consejos post mortem o alucinaciones fantasmales alimentadas por la corrupción o franqueza de la eternidad. ¡No me hagas reír! Yo nunca he escrito poesía ni menos creo en esos apestosos literatos de cuarta que pasan su vida endeudados en tabernas clandestinas e insalubres, sólo gano dinero con ellos, nada más que eso… no soy como tú, Humberto.

Pensabas que te iba dejar solo, Fabio… calla tus pensamientos, no son correctos. Sólo alimentan la soledad y aridez de tu alma, sabías que hace mucho que no creo en el paraíso, sólo creo en el infierno y es por eso que nunca miro hacia arriba. A la larga soy un alma errante y poseedora de sacrílegos recuerdos donde todo era bello y la fealdad era algo apreciado como oro blanco, esos eran otros tiempos, donde todo era estático y brillante: como una novela jamás pensada ni por el mismo Cervantes.

(Silencio)

Los dos en el vacío mirando cara a cara al otro, los dos deseando los pensamientos del otro, uno en la cama soñoliento y el otro jugando ajedrez en el escritorio donde Fabio estudiaba 12 horas diarias “Los recuerdos de la catapulta negra” de Gustav Archimboldi. Jamás hubo conexión entre ellos. Jamás existió esa conversación: Humberto y Fabio son sólo creaciones desdibujadas e imperfectas de la conciencia, nunca se encontraron, sólo hablaron en monólogos, cada uno confinado en su propia cárcel consumiendo locuras ajenas. Son pensamientos… pensamientos muertos y olvidados, callados y ocultos por la maquinaria del ser: repletos de fallos y errores, copias de la locura temporal.

(Todo lo que comienza en comedia termina en política demagógica)

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