lunes, 20 de septiembre de 2010

noche


El terror se plasma en las murallas. El viento azota la desvencijada ventana de mi alcoba. Un ruido ensordecedor pero a la vez seductor llega a mis oídos: estoy completamente solo, salvo… Sin mayores contemplaciones, alguien frenéticamente golpea la puerta con cólera animal. El miedo que deposita en mi cada golpe destruye cada parte racional de mi cuerpo, me vuelvo un tótem vegetativo y helado, el golpeteo continúa uniforme… furor, furor… la mezcla del miedo con el estupor de esta noche me hace sentir cada vez más débil e indefenso. La sangre palpitando en las sienes, la frente empapada de sudor, no puedo pensar ni observar con claridad: los contornos de mi habitación se desdibujan como si alguien conscientemente las borrara, extremidades no responden, estoy completamente indefenso: petrificado por el horror que cala en lo más hondo de mi ser… ¡y los golpeteos continúan!, me sangran las fosas nasales por el furor y el miedo y mi cabeza va a estallar y los golpeteos no paran y mis piernas no responden y no puedo c… raudamente los golpes en la puerta se callan, comienza el silencio sordo y expectante. La cerradura dorada se mueve lentamente. Por amor de dios que este cerrada, pienso desesperadamente; el movimiento se hace eterno bajo las tenues luces de mi habitación, suena un clic en señal de cerrado, oh gracias…muchas gracias. A los pocos segundos caigo semiinconsciente. Despierto boca abajo sobre la alfombra con un fuerte olor a putrefacción en la boca. Mi saliva está espesa y concentra un sabor amargo en mi mandíbula; sabor a miedo… pienso y sonrió levemente con clara satisfacción. En algún momento de la mañana (mientras me reponía del peculiar fenómeno que supuestamente presencié) se me pasó fugazmente la idea que todo lo que había sucedido ayer era sólo supersticiones mal fundadas o simplemente una vaga pesadilla con un personaje de película de terror, pero la sangre en la nariz me impedía tacharlo como una ilusión, lo de anoche fue real, todas esas sensaciones y el miedo que produjo en mí no es inherente a tan sólo un ordinario sueño. Me levanto cansado y huraño buscando en lo ocurrido una explicación lógica: deseoso de terminar esta jugarreta de una buena vez. Sin pensar abro la puerta maquinalmente (como todas las mañanas) y me dirijo rápidamente al lavabo que esta frente a la escalera: en el ventanal del fondo se nota un día soleado y ameno. El baño está tal cual como lo dejé la noche anterior: todo en su normal desorden y falta de limpieza. Me miro al espejo y veo la mancha de sangre en mi nariz, me río sardónicamente mientras abro la llave del agua que está un poco más abajo del espejo: me agacho y lavo energéticamente mis fosas para que no quede ningún rastro de coagulo alguno, me levanto…
¡Sorpresa!.
Siento los cristales del espejo resquebrajarse en mi cara, una mano helada me toma del cabello…

(Silencio)

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