martes, 28 de septiembre de 2010

haiku


Solo la bestia
Sabe su lugar
Nadie la vera jamás.

lunes, 20 de septiembre de 2010

noche


El terror se plasma en las murallas. El viento azota la desvencijada ventana de mi alcoba. Un ruido ensordecedor pero a la vez seductor llega a mis oídos: estoy completamente solo, salvo… Sin mayores contemplaciones, alguien frenéticamente golpea la puerta con cólera animal. El miedo que deposita en mi cada golpe destruye cada parte racional de mi cuerpo, me vuelvo un tótem vegetativo y helado, el golpeteo continúa uniforme… furor, furor… la mezcla del miedo con el estupor de esta noche me hace sentir cada vez más débil e indefenso. La sangre palpitando en las sienes, la frente empapada de sudor, no puedo pensar ni observar con claridad: los contornos de mi habitación se desdibujan como si alguien conscientemente las borrara, extremidades no responden, estoy completamente indefenso: petrificado por el horror que cala en lo más hondo de mi ser… ¡y los golpeteos continúan!, me sangran las fosas nasales por el furor y el miedo y mi cabeza va a estallar y los golpeteos no paran y mis piernas no responden y no puedo c… raudamente los golpes en la puerta se callan, comienza el silencio sordo y expectante. La cerradura dorada se mueve lentamente. Por amor de dios que este cerrada, pienso desesperadamente; el movimiento se hace eterno bajo las tenues luces de mi habitación, suena un clic en señal de cerrado, oh gracias…muchas gracias. A los pocos segundos caigo semiinconsciente. Despierto boca abajo sobre la alfombra con un fuerte olor a putrefacción en la boca. Mi saliva está espesa y concentra un sabor amargo en mi mandíbula; sabor a miedo… pienso y sonrió levemente con clara satisfacción. En algún momento de la mañana (mientras me reponía del peculiar fenómeno que supuestamente presencié) se me pasó fugazmente la idea que todo lo que había sucedido ayer era sólo supersticiones mal fundadas o simplemente una vaga pesadilla con un personaje de película de terror, pero la sangre en la nariz me impedía tacharlo como una ilusión, lo de anoche fue real, todas esas sensaciones y el miedo que produjo en mí no es inherente a tan sólo un ordinario sueño. Me levanto cansado y huraño buscando en lo ocurrido una explicación lógica: deseoso de terminar esta jugarreta de una buena vez. Sin pensar abro la puerta maquinalmente (como todas las mañanas) y me dirijo rápidamente al lavabo que esta frente a la escalera: en el ventanal del fondo se nota un día soleado y ameno. El baño está tal cual como lo dejé la noche anterior: todo en su normal desorden y falta de limpieza. Me miro al espejo y veo la mancha de sangre en mi nariz, me río sardónicamente mientras abro la llave del agua que está un poco más abajo del espejo: me agacho y lavo energéticamente mis fosas para que no quede ningún rastro de coagulo alguno, me levanto…
¡Sorpresa!.
Siento los cristales del espejo resquebrajarse en mi cara, una mano helada me toma del cabello…

(Silencio)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

caballos azules


La vista no es buena, jamás lo fue la verdad, sólo era un acantilado frente al puerto. Para mí la belleza que se depositaba en ese lugar era un concepto abstracto y difícil de precisar: sólo planicies vacías en un azulado aburrimiento oceánico que, sin embargo, era bello, era amargamente bello.
- ¿Quiénes son? - dijo la voz.
Cabalgan majestuosamente tan seguros de sus pasos que atormentan a cada hombre que los observa. La noche se resquebraja dando paso al astro mayor: la oscuridad muere cansada tras los centellantes pasos de la luz. Los pensamientos del muchacho hieren con fragilidad la armonía del alba: cada verso del furtivo poeta se entrecruza con sentimientos paganos de deidades temporales y cobardes… “no pienses muchacho”, dijo la voz. Craso error, los caballos no perdonan jamás.
El zumbido de las avispas devorando la azulada carne putrefacta. El horror de la muerte decorando carroñeras vidas, desdibujando en cada segundo los márgenes de nuestra propia naturaleza absurda y vana: terminaremos masticados y digeridos por las moscas creando más moscas, más excrementos y muchas más moscas. Y los caballos morirán, como todo en esta vida, y su elegante andar será cegado por las bestias de la modernidad.
- ¿Qué deseas? - dijo la voz.
Un paraíso en ruinas. Deseo vivir en un paraíso en ruinas donde anhelar lo imposible sea el sustento de cada día; repartiendo desdén por todos los lugares, así nadie tendrá la desdicha de no haber odiado a alguien (sin importar si fuese un minuto o una eternidad)… uno reina en su propio charco de excremento.
- ¿Quién eres? - dijo la voz.
Somos payasos infelices. Incapaces de reír, incapaces de hacer reír. Sólo nos contentamos con observar y ver el tiempo desangrándose en nuestros dedos, mirando desde lejos una felicidad ajena y soberbia que nos carcome de ira por el solo hecho de no poseerla.
Ahora creo en ti. Eres el dios que quieres ser…

(Silencio)

(Todo lo que comienza en comedia termina en la nada)