sábado, 19 de junio de 2010

conciencia de una mente incoherente...


Conciencia…

Sientes misericordia… imagina a tu madre arder en manos de hombres sin rostro. La mosca todavía molesta pero déjala… se irá a algún lugar; lejos, muy lejos donde el sol no palpite los ramos de nuestra frente. Frenética sombra te ríes de mí: pero madre no me llames por mi nombre, no soy tu hijo, soy el dios de la misericordia y soy la vida de tus vástagos restantes… ahora soy el destructor de mundos, soy la muerte, arde frenéticamente y sin compasión porqué dios te condeno a vivir sin carne, incorpóreo y donde nadie te recuerde como tal. Te ríes de mi pequeño príncipe, madre abrázame, padre no me falles… no deseo, no temo, madre no vuelvas a venir. Yo seré el dios que no sufre ni lamenta la pérdida de fe de sus ciervos porque la soledad depende de la nada, hijo abrázame y no me dejes caer…bueno márchate y no vuelvas, el lápiz deja de sangrar tinta, mi pene esta estéril, recuerda que solo soy un pequeño dios, no quiero morir en manos de los vikingos ¡arde! arde capullo pusilánime… me guardas rencor como todo el mundo por no voltear hacia atrás. Mira y lamenta que no eres feliz… cometes el pecado mas aberrante del universo. No eres feliz... serás uno de los miles de muertos no llorados, serás un recuerdo que se desgranara en el tiempo…

Despierto. Le reloj marca las 6 pm, comienza el día. Comienza mi ardua labor.

martes, 8 de junio de 2010

bifurcaciones


Una vieja gorda y sebosa cortó el raído ticket como una autómata. Recuerdo su expresión torpe y recia frente a mi cara de evidente estupor. Comencé a caminar por un pasillo sin estética alguna pensando trivialidades (como siempre), disfrutando, tal vez amargamente, un presente ficcionado en base a recurrentes recuerdos de un pasado lejano que frustraban mi imaginación, causando de alguna forma esta cierta afección personal hacia el crack, el alcohol y el porno.

La sala del cine era pequeña, vieja y con un presente olor a cloro, las butacas eran de un paño grisáceo uniforme que acentuaba aún más la oscuridad reinante en la habitación. Tan solo había ocho o nueve hombres que observaban de reojo y con claro desdén (o vergüenza) mi presencia. Observé que una gran mayoría tapaba sus piernas con prendas, ¿Por qué?; reí y me senté al fondo de la sala, el piso estaba pegoteado… tal vez sea semen o alguna gaseosa que se derramó previamente. Furtivamente desenrollé el papelillo de cocaína que tenía en mi bolsillo, y como no tenía ninguna pajilla introduje los dedos en el polvo y jalé toda esa miseria tóxica (se me olvidó picarla). Mi mente sucumbió a la blanca anestesia.

Las imágenes comenzaron a proyectarse, pero mi mente no alcanzaba a captar la escena. Veía la penetración, escuchaba los orgásmicos gritos, pero mi mente escapó a otro recóndito paraje donde los contextos se bifurcan en pensamientos abstractos e inconexos: donde uno no nace de la unión del padre y la madre, sino los hijos procrean a sus hermanos; donde las mariposas no vuelan, sino reptan y son los seres más aberrantes de la creación; donde el susurro de Dios no es escuchado por él…

¡AHHHHHHH¡

El estrepitoso grito del mentiroso orgasmo me devuelve a la realidad. La escena acabó, me siento estafado. Todos en mí alrededor muestran indicios de claro cansancio o excitación, pero yo no. Ni siquiera se endureció.